Despidiéndonos de Etiopía en el Valle del Rift

Era un domingo y el martes por la noche volaríamos a Estambul, poniendo fin al viaje por Etiopía, así que cuando nos bajó la adrenalina de la visita al mercado de camellos y nos enfilamos al norte nos volvió a embargar una sensación de tristeza, melancolía. Teníamos por delante un par de días de viaje para visitar la zona del valle del Rift, de camino en nuestro regreso hacia Addis Abeba, pero a priori a ninguno nos parecía que lo que nos quedaba nos lograría entusiasmar demasiado. Era una especie de relleno obligatorio en el camino de regreso.

Nuestro objetivo era llegar a dormir a la ciudad de Awassa, a orillas del lago del mismo nombre, a unos 300 kilómetros de camino. No teníamos prisa por llegar, porque no teníamos nada que ver en esta ciudad, un lugar muy popular entre la clase más pudiente de Addis Abeba como un lugar donde venir a pasar los fines de semanas e incluso sus vacaciones. Así que sin prisa fuimos avanzando por este gran valle de África, que la mayoría de la gente atribuye únicamente a Kenia y Tanzania, aunque cruza prácticamente toda África del este, desde el Mar Rojo hasta alcanzar la costa del sureste del continente, a la altura de Mozambique, con un total de casi cinco mil kilómetros de recorrido. Es tan grande y profundo, que dicen que fue el único fenómeno geográfico que reconocieron los astronautas que llegaron a la luna. Y, se estima que, en algunos millones de años, se llenará de agua de mar y terminará por dividir África en dos mitades, al igual que pasó con Madagascar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aunque la sección que cae en Etiopía no es famosa, en este país si tiene gran peso en su geografía y economía. En el norte, da origen a una zona llamada Depresión del Danakil, una superficie enorme en la que las placas tectónicas africana y arábiga se están separando, y donde se encuentra el punto más bajo de toda África, el lago Assal, a 155 metros bajo el nivel del mar. Este territorio es muy inhóspito y una zona conocida por contener varios volcanes activos, geiseres, salares y el hogar de los Afar, pero es más conocida porque aquí se han encontrado los restos de homínidos fósiles más antiguos del planeta, entre los que se encuentra la famosa Lucy, un espécimen de Australopithecus afarensis de unos 3,5 millones de antigüedad. Además, aquí la temperatura media anual es de 47 °C, por lo que es considerado el lugar más caliente del mundo. Es decir, un verdadero infierno que un día queremos visitar, en un próximo viaje 🙂

 

 

 

 

 

Pero la sección del valle del Rift en que nos encontrábamos era diferente, me imagino que parecida al lugar que fue el hogar de Lucy; aquí en el sur del país el paisaje es exuberante, rebosante de verdor, árboles y muchas, muchas montañas en la que los campesinos locales siembran en sus terrazas de cultivo. Es, además, el hogar de los Oroma, el grupo étnico y lingüístico predominante en el país, pero eternamente eclipsado por el poder del gobierno central, históricamente en manos de los Amhara del norte. Ahora que el gobierno actual está por primera vez en manos de un presidente Oroma, su gente está bastante alborotada, pidiendo todo tipo de reformas en su favor, e incluso algunos comienzan a pedir su independencia del resto del país, algo que a Yeshiwas le ponía muy nervioso.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Así, poco a poco, curva a curva, tras seis horas de coche llegamos al lago Awassa, situado dentro de la caldera de un antiguo volcán, y el más pequeño del valle del Rift a su paso por Etiopía con apenas 90 km². A pesar de su tamaño, y de no sobrepasar los 22 metros de profundidad, en el lago existe una gran actividad de pesca y presencia de aves acuáticas (más de 70), y uno de sus principales atractivos es su oferta de restaurantes ofreciendo pescados asados al fuego. Así que, después de instalarnos en nuestro modesto hotel de esa noche, nos fuimos directos a un restaurante recomendado por Yeshiwas. Entre bromas y alguna que otra cerveza, nos zampamos un montón de pescados, aunque la palma se la llevó Pau que se comió 5 pescados asados sin pestañear!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sin embargo, a la mañana siguiente nuestra opinión sobre lo apetitoso que estaban los pescados nos cambió rápido cuando visitamos el mercado de pescados de Awassa, y vimos las condiciones en las que los pescados son extraídos y luego tratados para su venta. Como en todo puerto, la presencia de pelícanos es un clásico, sólo que aquí en Awassa son muchos y enormes, supongo que en parte a lo bien que comen de los despojos. Pero lo peor fue ver cómo, principalmente niños, limpiaban los pescados sobre plásticos viejos y sucios dispuestos en el suelo de barro. El mismo pescado que luego las mujeres venden dispuestos sobre canastos de mimbres visitados por las moscas y expuestos al sol del trópico. Por supuesto, a Yeshiwas nada de esto hizo mella en sus deseos de comer un ceviche de pescado crudo, cosa que yo tenía pensado hacer pero que finalmente decidí no hacer… hubiese sido tomar un riesgo demasiado grande (al menos para mi estómago)!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dejando Awassa atrás, seguimos nuestro regreso hacia al norte, con el objetivo de llegar a dormir a orillas del lago Langano, a apenas 80 kilómetros. De camino cruzamos la zona de Shasehemene, famosa en el mundo Rastafari porque por sus alrededores vive una comunidad de “rastas” provenientes de todo el mundo que han acudido al llamado que hizo Bob Marley y el último emperador etíope Haile Selassie, quien cedió unas tierras para todos aquellos descendientes de esclavos que quisieran regresar a su continente de origen. Aunque la iniciativa tuvo mucho eco en la prensa del momento, la verdad es que el movimiento de “repatriación” no resultó muy exitoso y hoy son apenas unas 500 personas las que viven en la zona, principalmente provenientes de Jamaica y países caribeños.

 

 

 

 

 

Antes de ir al logde en el lago Langano, decidimos probar suerte y visitar el muy poco visitado parque nacional Abijatta-Shalla, el cual abarca de 900 km² que incluye íntegramente a los lagos Abijatta y Shalla. Aunque este parque es ignorado y, diría, casi despreciado por el turismo, lo cierto es que a nosotros nos regaló una visita de lo más entretenida y sorprendente. Sólo llegar, al costado de la caseta del guarda parque, vimos las primeros avestruces, que ni se inmutaron con nuestra presencia. Luego veríamos muchas más, incluso muy cerca. Al poco andar por la sabana de acacias divisamos grupos de gacelas, y en otro sector nos cruzamos con babuinos. Como ya he contado antes, los pájaros en Etiopía son hermosos y omnipresentes, y aquí en el parque tienes registrados a más de 430 especies! Yo sólo logré fotografiar a una pareja de cálaos, aunque vimos muchos otros de todos los colores y tamaños… además de los flamencos que divisamos a orillas del lago Abijatta.

 

 

 

 

 

Separado del Abijatta por un istmo de apenas 3 kilómetros de ancho, el lago Shalla tiene el récord de almacenar más agua que cualquier otro lago del país, incluso que el lago Tana que tiene una superficie 10 veces mayor, gracias a su gran profundidad, que alcanza su máximo a 257 metros. Asentado en la caldera de otro volcán extinto, a orillas de este lago se encuentran una aguas termales a la que los locales atribuyen propiedades medicinales y, por lo tanto, acuden para pasar días y semanas acampando en sus alrededores. Aunque nos habíamos hecho ilusiones de poder darnos un baño, la verdad es que el lugar no nos pareció demasiado apetecible, pero sí disfrutamos mucho de la caminata y de poder ver y conocer a las familias que estaban acampando a orillas de ese lugar. Más auténtico no podía ser!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Finalmente nos encaminamos hacia el lodge en el lago Langano, a apenas 15 kilómetros. Según los geólogos, los lagos Langano, Abijatta y Shalla alguna vez fueron un mismo lago subterráneo, que hace unos 40,000 años comenzaron a emerger hacia la superficie. En el proceso se separaron, quedando cada uno con sus propias características. En el caso del Langano, es el único lago en Etiopía libre de la presencia de los gusanos que producen bhilharzia (esquistosomiasis), una enfermedad parasitaria muy común y peligrosa que se contrae en las aguas detenidas de África. Por esto, el lago es bastante concurrido por turistas etíopes, que aquí aprovechan de realizar deportes acuáticos. Esto a pesar de que el agua es bastante marrón producto de las grandes cantidades de sedimentos de los ríos que lo alimentan.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pero nos tomamos un tiempo en llegar, porque en el camino de tierra que lleva al lodge nos cruzamos con una verdadera peregrinación de aldeanos que se dirigían a sus casas cargando con sacos blancos que parecían de alimentos. Nos paramos a hablar con la gente, con la ayuda de Yeshiwas, y nos contaron que los sacos contenían arroz, trigo y judías que minutos antes habían recogido de un camión de ayuda humanitaria que Naciones Unidas había enviado a la zona para ayudar a la población local. Nos contaron que aquí, en la ribera sur del lago Langano, llevan dos años sufriendo una gran sequía que ha acabado con gran parte de sus cultivos y parte de su ganado.

Seguimos nuestro camino y por fin llegamos a nuestro lodge, el Hare Langano Eco Lodge, que sería nuestro último refugio en Etiopía y, tal vez, el mejor de todos. El lodge está situado sobre la orilla del lago, rodeado de un entorno natural prístino, con bungalós a pocos metros del agua… a nosotros nos ofrecieron el mejor, el más cercano al agua, justo frente a una zona de pastos largos donde reside un grupo de 13 hipopótamos a los que podíamos ver y oír perfectamente en todo momento. Como era temporada baja, éramos los únicos huéspedes y toda la atención estaba sobre nosotros, así que nos trataron muy muy bien. En principio este lodge no lo conocía más que de verlo en los folletos de los operadores ingleses, pero me llamó la atención su web, su oferta de actividades y sus altos precios, así que me tiré a la piscina y antes del viaje logré convencerles que nos invitaran a conocerlo para luego poder venderlo. Todo un acierto por nuestra parte, porque las horas que pasamos en el lodge fueron geniales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Como decía, en todo momento sentíamos “rumiar” a los hipopótamos, y en ocasiones el ruido del agua nos hacía pensar que estaban saliendo del lago en dirección a los jardines del lodge … quizás un poco sugestionados porque nos contaron que cada noche suelen salir a comer en su propiedad, así que había que andar con cuidado después de la medianoche.  Ese atardecer fue espectacular, acompañados por el ruido de los hipopótamos y de los pájaros que volvían a sus nidos escondidos en el manglar… y más encima, sobre un cielo despejado, pero en el que aún se dibujaban algunas nubes de tormenta, apareció la luna llena. Un espectáculo que pudimos observar tranquilamente desde la terraza de la cabaña, hasta que los mosquitos nos comenzaron a acribillar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Esa noche, con la esperanza de poder ver a los hipopótamos desde más cerca, me levanté hasta en 5 ocasiones, alertado ante el ruido que sentía alrededor de la cabaña. Alguna vez hubiera jurado que estaban pastando justo detrás de la cabaña, pero a pesar de salir rápido y alumbrando con una linterna muy potente, nunca llegamos a verlos… al día siguiente, caminando por el otro extremo de la propiedad, a unos 200 metros de nuestra cabaña, encontramos caca fresca, lo que indica que durante la noche habían estado ahí 🙁

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Como durante la noche cayó una gran tormenta, con relámpagos y truenos incluidos, al día siguiente todo amaneció con pozas de agua y barro. Lo que no nos amilanó y decidimos seguir adelante con nuestros planes de hacer una excursión en bicicleta, hasta que diera la hora de emprender el regreso a Addis Abeba. Las bicicletas tenían buena pinta, pero resultaron estar en no tan buenas condiciones, sobre todo para el trabajo que les dimos. Acompañados por un guía, salimos al camino y nos dirigimos a una zona de bosques donde nos habían hablado de unas cascadas muy bonitas. El paseo resultó ser bastante complicado y demandante, porque antes de llegar al bosque tuvimos que cruzar una especie de pantano donde nos hundíamos y casi no podíamos avanzar…. Al final llegamos al bosque, donde los pozones de agua nos obligaron a tomar precauciones para no acabar tirados en el barro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las cascadas resultaron ser muy bonitas, pero lo mejor fue el paseo. A la vuelta, yo fui el único que se dio un buen revolcón y consecuente baño en el barro, intentando demostrarle a Pau que era seguro pasar una poza que resultó ser un cráter donde casi desaparecí con bicicleta y todo. De vuelta en el lodge, ducha y despedida sentida con los trabajadores y guías del lodge, que nos habían tratado como reyes. Ahora sí, sentados en el coche, a apenas 200 kilómetros y a 10 horas de la salida del vuelo de regreso, sentimos una gran pena que luchaba en nuestro interior con una enorme gratitud por lo vivido, literalmente, hasta el último minuto, en este increíble país.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aquí les dejamos varios vídeos sobre estas últimas 48 horas en Etiopía;
Encuentro con avestruces en el P.N. Abijatta-Shalla: https://youtu.be/8gER6UrbZhk
Aguas termales en lago Shalla: https://youtu.be/J5NMwc_Ayrs
Hipopótamos frente a nuestra cabaña en lago Langano: https://youtu.be/anXGyh1LgZ4
Atardecer en el lago Langano: https://youtu.be/RG79RXBzYGc
Panorámica del Hare Langano Lodge: https://youtu.be/AGhBMTPNUqY
Mónica busca el hipopótamo regalón: https://youtu.be/XUbQikHrjuU
Michel ante su prueba más dura en bicicleta: https://youtu.be/meiQozYVhck

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un abrazo a tod@s!

Michel

2 comentarios sobre “Despidiéndonos de Etiopía en el Valle del Rift

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