Hola!
Seguimos teniendo pendiente contaros cosas que hemos vivido y visitado en la última semana, pero los acontecimientos se van sucediendo sin pausa y no damos abasto con tanta cosa! Dejando para más tarde el relato de estas experiencias, algunas muy chulas, ya veréis, hoy hemos querido contaros sobre lo que nos ha tocado vivir durante los dos últimos días ….
Estamos en Kushalnagar, a 90 kilómetros de la ciudad palaciega de Mysore, en el estado de Karnataka. Se trata de un pueblo muy poco frecuentado por el turismo, en medio de una zona totalmente rural y de naturaleza exuberante, y hemos querido venir hasta aquí para visitar los asentamientos de refugiados tibetanos de la zona (de ahí el título de la entrada, que significa Hola! en tibetano). Estos son los primeros asentamientos que se establecieron en India a comienzos de los años 60, cuando miles y miles de tibetanos se vieron forzados a exiliarse en India debido a las persecuciones políticas y religiosas por parte del ejército chino que en 1959 finalmente se apropió del Tíbet tras una década de hostigamientos y amenazas.
El conjunto de asentamientos de esta zona se llama Bylakuppe, y en él viven más de 50.000 tibetanos repartidos en muchos pueblecitos minúsculos esparcidos entre arrozales y bosques de palmeras cocoteras. Muchos de sus habitantes nacieron en Tíbet, y se exiliaron a distintas edades, pero también hay muchos otros jóvenes nacidos aquí. Y, como es costumbre en Tíbet y las comunidades de exiliados tibetanos repartidas por todo el mundo, aquí también existen grandes monasterios que llevan los nombres de sus originales, como Sera, Tashilumpo y Sakya, hoy la mayoría abandonados o destruidos en su país natal. En total son más de 10.000 monjes y monjas que viven en los monasterios y se instruyen en sus prestigiosas universidades de teología budista tibetana.
Para mí siempre ha sido un gran anhelo el poder visitar estos asentamientos, tan lejos del hábitat natural de este pueblo en las montañas del Himalaya, después de haber tenido la suerte de visitar el propio Tíbet y algunos rincones del norte de Nepal, y de haber viajado con Mónica por otros enclaves de cultura tibetana como las regiones de Ladakh y Sikkim, en el norte de India. Así que ayer, apenas estuvimos instalados, nos fuimos a conocer estos asentamientos y sus monasterios … y la pura verdad es que no nos han defraudado en lo más mínimo!
Ayer, de entrada, llegamos hasta el monasterio de Sera Jey, el más grande de todos, donde los monjes más veteranos estaban concentradísimos en su sesión diaria de debate sobre teología budista. El debate es muy curioso porque consiste en un interrogatorio realizado entre compañeros, en el cual el que responde está sentado en el suelo, mientras el que pregunta está de pie, con postura desafiante. Tras formular la pregunta, le deja sólo unos pocos instantes para responder antes de dar una palmada con sus manos en señal de que el tiempo se ha agotado y la respuesta no ha llegado a tiempo, o ha sido errónea. Cuando esta rutina la repiten al mismo tiempo cientos de monjes, la imagen resultante es similar al de una coreografía. Algo muy curioso y hasta divertido, pero al mismo tiempo imponente y conmovedor, al palpar el fervor y devoción con el que estos monjes viven su fe.
Esta mañana, muy temprano, hemos vuelto al mismo monasterio para presenciar el “puja” u oraciones matinales. Como éramos los únicos extranjeros, fuimos muy bienvenidos y nos dejaron entrar a la sala de oraciones, y presenciar toda la ceremonia… se podrán imaginar que la experiencia para Pau fue totalmente flipante, por los sonidos, olores, cánticos y, en general, por la atmósfera tan singular que siempre se respira en los monasterios budistas tibetanos. Pero, al ser acogido con tanto cariño y curiosidad por los monjes más pequeños, enseguida se rompió la barrera del idioma y cultura, y pudo disfrutar de la experiencia…. Y con las travesuras de los monjes más pequeños, que como niños que son, al poco andar estaban ya muy distraídos y con ganas de jugar, a pesar de la mirada de los monjes más veteranos.
Más tarde, seguimos a otro grupo de monjes que parecía ir a algún lado, cargando con sus platos para comer… y terminamos entrando a un segundo monasterio, donde el puja se combinó con un almuerzo especial por la graduación de varios estudiantes superiores. Aquí también fuimos acogidos con mucho cariño y hospitalidad. Incluso Pau terminó sentado junto a algunos monjes de su edad que le invitaron a compartir la comida con ellos. Preciosa experiencia para Pau y para nosotros también!
Por la tarde, coincidimos con un nuevo puja, esta vez de estudiantes avanzados en el monasterio de Namdroling, conocido como el Templo de Oro, el más famoso de todos gracias a la hermosura de su edificio y sus esculturas. Y, entre monasterio y monasterio, hemos tenido la oportunidad de conversar con varios exiliados y conocer sus historias, muchas de las cuales hablan de su huida por las montañas del Himalaya, y su añoranza por su tierra natal. Aprendimos que muchos de los monjes están solos en India, ya que fueron enviados por sus padres a estos asentamientos, para recibir una mejor educación y vivir en libertad, mientras ellos permanecen en Tíbet. Así de grande es el padecimiento de este pueblo, en el que los padres renuncian a disfrutar de sus hijos con tal de asegurarles un futuro mejor. Una vez exiliados, estos monjes no podrán regresar nunca al Tíbet, ni para visitar a sus familias, a menos que el gobierno chino suavice sus políticas hacia el pueblo tibetano, lo cual es improbable que suceda, por ahora.
Pero, a pesar de sus tragedias personales, y en muchos casos una vida muy dura llena de sufrimientos y obstáculos, la gente continúa sonriendo y manteniendo su corazón lleno de un amor y candidez que les rebalsa por los poros. Una característica tan propia de este pueblo, que se puede experimentar allá donde sea que les haya tocado continuar con sus vidas tras la pérdida de su país. Y, como no, también hemos aprovechado de descansar del bullicio y caos propios de las ciudades de la India, y de los curries picantes de su cocina, y en su lugar hemos podido deleitarnos con sus momos y salteados de verduras tan sabrosos!
Mañana nos iremos de “regreso” a India, a continuar nuestro viaje por el estado de Karnataka, pero en el corazón nos llevaremos los recuerdos de los momentos tan especiales que hemos pasado con este pueblo que sufre, pero que sin embargo sigue sonriendo y manteniendo la fe en que algún día podrán regresar a su hogar…. mientras eso sucede, en lugares como Bylakuppe, miles de tibetanos se esmeran por mantener viva su identidad como pueblo.
Hemos subido un vídeo que hemos tomado de los puja en el Monasterio de Namdroling. Lo podéis ver desde el siguiente enlace: https://youtu.be/R5b81aeRMJs
Que disfrutéis!
Michel
Muchos viajes en un viaje…lo explica todo.
Os quiero mucho y estoy tan feliz que puedan disfrutar tanto y recibir tanto…lo que os llevarais desde alli’ serà un tesoro enorme guardado en el corazon y en la cabeza.
Que sigan!!!
Creo que de todos los relatos -que debo decir que todos me han encantado- este es por lejos el que me produce más ganas de poder experimentar lo que ustedes han vivido; un pueblo que no pierde su fe y alegría a pesar perder o de tener que cambiar forzadamente su hogar nos habla de un desprendimiento que no es tal cuando hay riqueza de alma… no todos podemos.
bonita reflexión Dani,
lo cierto es que el mundo budista y el mismo pueblo tibetano cautivan a todos quienes tienen la suerte de conocerles. Tal vez sea porque en ellos vemos reflejada la imagen del ser humano realizado, en su mejor versión, puro y conectado con su corazón, el prójimo y la naturaleza… puede que sea esta la razón por la que, a la vez que son un pueblo muy pacífico, perseveran en mantener sus costumbres y modo de vida, a la espera del día en que recuperen su tierra. Lo que este pueblo nos muestra al resto del mundo, con su actitud y decisión, es admirable e inspirador.
Michel