Visitando los mercados de Etiopía

Sin ánimos de repetirme ni de aburrir a nadie, cuando ya estamos a punto de despedirnos de este inolvidable viaje a Etiopía, no queremos dejar pasar la oportunidad de mencionar algunas de nuestras vivencias en los mercados que tuvimos la ocasión de visitar. Esto porque, junto con los encuentros fortuitos en la carretera, los mercados ofrecen la mejor ocasión para aprender de la cultura de cada pueblo, de su idiosincrasia, sus costumbres, sus gustos gastronómicos y, por supuesto, de su sentido del humor.

Ya desde el principio planeamos un itinerario que nos permitiera coincidir con el mercado semanal en varios puntos del norte y sur del país, los cuales son los mercados más multitudinarios e interesantes en cada zona. Y, aunque la planificación en varias ocasiones nos planteó un verdadero dolor de cabeza, al final el esfuerzo valió la pena porque estos encuentros nos ofrecieron un acercamiento muy cercano a la vida cotidiana de la gente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El primero de estos mercados fue el del día sábado en Lalibela, una cita semanal a la que acuden miles de campesinos amharas de las montañas de los alrededores. Como siempre ha sido, la sección de los mercados que más me gusta de los mercados es la de los animales, y en Etiopía no fue diferente. En Lalibela, los animales más comunes son las vacas, cabras y, sobre todo, los burros. Este animal, en apariencia débil, tozudo y poco brillante, resulta clave para el funcionamiento de la economía y vida diaria de los amharas de las montañas, porque sobre sus espaldas se cargan todo tipo de mercaderías, además de los bidones de agua, omnipresentes en todo el país, y leña para cocinar y calentar los hogares.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En otra parte del mercado, se concentran los vendedores de granos y todo tipo de frutas y verduras, además de todo tipo de artefactos de cocina y para la casa. En este apartado, los productos de fabricación china cada vez ganan más protagonismo, nada extraño cuando se piensa en la manera en que el gobierno y grandes empresas de este país asiático ha logrado hipotecar los recursos de este país por quien sabe cantas décadas más.

El segundo de estos mercados semanales que vistamos no fue uno cualquiera, sino que el mercado reputado como el más grande de todo el país, en la localidad de Bati. Llegar hasta allí no fue nada fácil, porque el lugar se encuentra lejos de cualquier sitio de interés o ruta turística, justamente lo que lo hace tan fascinante. Su singularidad radica en que Bati se encuentra en el límite entre las tierras altas del norte del país y la región desértica del Danakil, una depresión plantada al costado del Mar Rojo salpicada de volcanes, lagos de lava viva y varios salares. Es la tierra de los Afar, cuya economía se basa en la explotación de la sal, la cual transportan sobre sus camellos hasta mercados como el de Bati para intercambiarla por granos, comida en general, ropa y todo lo que no tienen en su tierra natal. Es decir, prácticamente todo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En Bati nos encontramos con un mercado de animales multitudinario, con cientos de hombres de todos los colores y orígenes comerciando miles de cabezas de ganado ovino, bovino y, la gran novedad, de camellos (perdón, dromedarios, porque sólo tienen una sola joroba). En esta “zona limítrofe”, los burros son reemplazados por estos peculiares animales, que según sus dueños son mucho más duros y resistentes que los burros, a los cuales menosprecian bastante. Pero, a pesar de lo llamativo que resultan estos temperamentales animales, sin duda lo más sorprendente de esta sección del mercado fue distinguir y difrutar de la gran variedad étinica y cultural de los pastores, muy diversos en cuanto a sus rasgos y vestimentas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Alejado casi dos manzanas de los animales, el resto del mercado se organiza sobre la ladera de una colina en verdaderas calles flanqueadas por tiendas improvisadas ofreciendo todo tipo de “cachureos”. Muchos de ellos son de origen chino, muchos de plástico barato, como lo que se suele encontrar en los comercios chinos de cualquier ciudad en Europa. Pero a medida que nos acercamos al corazón de esta mini-ciudad, comenzaron a aparecer los artefactos más tradicionales de cocina, granos de todos los tipos y colores, cueros de vaca para fabricar ropa, utensilios para la casa y vestidos tradicionales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Escondidos en un rincón de esta mini ciudad de tiendas, nos encontramos con los vendedores de “qat” o “chat”, las hojas de un arbusto de hojas perennes que crece en los países del cuerno de África y países árabes cercanos, como Yemen. El qat es un estimulante vegetal que se masca, con las propiedades psico-estimulantes más potentes que se conoce hasta el momento, pues sus principios activos están emparentados química y funcionalmente con las anfetaminas. Yo ya conocía su existencia desde mi viaje por Yemen, donde vi como cada tarde los hombres se suelen reunir en casa de un vecino para pasar toda la tarde chupando hoja tras hoja, hasta formar una bola que les llega a deformar la cara. Allí en Yemen es tanto el uso (abuso) del qat, que ha pasado a ser un problema de salud pública y también económico, porque el país prácticamente se paraliza cada tarde. Además, debido al gran negocio que significa su producción, campesinos de todo el país han abandonado el cultivo de frutas, verduras y hortalizas para cultivar los árboles de qat, al cual sacan mucho mayor rendimiento. Aquí en Etiopía su uso no parece estar tan extendido, pero puede ser también que nosotros no llegamos a acercarnos tanto a la zona del Mar Rojo, la zona más musulmana del país, donde podría ser que su consumo sea mayor por temas culturales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En Bati también fuimos en busca de los “pañuelos afar” que veníamos viendo desde hace días a los hombres. Al parecer, estos pañuelos fueron popularizados por los combatientes de origen Afar que pelearon junto a las tropas regulares etíopes durante la guerra de secesión que Etiopía y Eritrea mantuvieron durante dos décadas… reputados como fieros combatientes desde hace siglos, durante la guerra los guerrilleros Afar sólo llevaban estos pañuelos para cubrirse del sol, lluvia, frío y, al parecer, de las balas del enemigo. Así, estos pañuelos simbolizan el valor y rebeldía de estos guerreros, y se han hecho populares entre los más jóvenes y rebeldes del país. La gran sorpresa, y diría que decepción, fue que cuando finalmente logramos tener uno de estos pañuelos en nuestras manos, nos dimos cuenta que son fabricados en Indonesia!!! Es increíble lo lejos que ha llegado la globalización en este planeta en el que vivimos!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La visita a Bati nos dejó un sabor agridulce en la boca porque, mientras comíamos en un restaurante que daba directamente a la calle, justo frente a una especie de parada de minibuses, un grupo de salvajes se puso a cargar el techo de un minibús con cabras que llevaban las patas atadas y chillaban sin cesar. Convertidas en verdaderas bolas de carne y cuero, las lanzaban por el aire y las dejaban caer sobre el metal, de cualquier manera, medio asfixiadas por la falta de espacio. El espectáculo no era agradable de ver, y afectó mucho a Pau, que no soporta el maltrato a los animales. Así que dejamos el pueblo con esta mala sensación, que sólo nos abandonó cuando más adelante, nos encontramos a muchos de los camelleros que habíamos visto en el mercado, llevando a sus animales de regreso a casa. Esas fotos, fantásticas, las incluimos en la entrada anterior, dedicada a los caminos de Etiopía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La siguiente experiencia en un mercado la tuvimos en la aldea de Fasha, en el territorio de los Konso. Fue prácticamente nuestro primer contacto con una etnia del sur, así que resultó ser muy novedosa por la manera de ser, el temperamento de la gente. En principio, nuestra presencia causó bastante extrañeza, por la poca presencia de blancos supongo, e incluso molestia en varias personas que no nos miraron con buenos ojos. De inmediato nos dimos cuenta que aquí, en el sur, la gente ya no es tan cándida y suave, sino que tiene un temperamento más agresivo, y el hombre blanco es visto, o bien una “amenaza”, o bien como una fuente inagotable de dinero. Supongo que esto es el resultado de los siglos y siglos que los blancos han estado expoliando el continente africano, aunque a decir verdad en el caso de Etiopía esta experiencia no ha sido tan fuerte ya que la ocupación de la Italia fascista sólo duro unos 4 años.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sin embargo, a pesar del mal comienzo, poco a poco nos fuimos soltando, todos, y terminamos mezclándonos y riéndonos con la gente, como siempre. Quizás lo que más recuerdo de esa tarde fue la presencia de docenas de mujeres acarreando enormes y pesadísimos fardos de leña que traían para vender. A pesar de que en el norte el acarreo de la leña siempre está presente en carreteras y mercados, no es tan brutal ni comparable con lo que vimos durante nuestro viaje por el sur.

 

 

 

 

 

Mientras estuvimos visitando las tribus del valle del río Omo tuvimos ocasión de visitar dos mercados semanales más; en Alduba y Key Afer. Separados por apenas unos 60 kilómetros, ambos congregan a prácticamente el mismo popurrí de asistentes; Hamer, Bena y Tsemay. Así que ambos resultaron ser muy parecidos entre sí. Aquí lo que más nos llamó la atención fue constatar cómo estas tres tribus tienen un pasado común, pues a simple vista es notorio como sus mujeres y hombres tienen la misma contextura física, y visten ropas y adornos muy similares. Hay que saber, o te tienen que informar, sobre las pequeñas diferencias para distinguir entre unos y otros, aunque la verdad es que ni así es fácil adivinar quién es quién.  Entre otras cosas, porque al ser tan cercanas, entre estas tribus se dan muchos matrimonios entre tribus.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Así es como, poco a poco, hemos ido desgranando nuestro viaje a Etiopía, hasta llegar casi hasta el final. Ya sólo nos queda una entrada más que ofreceros, la que será nuestra despedida definitiva (por ahora) de este maravilloso país.

Un abrazo a tod@s!

Michel

2 comentarios sobre “Visitando los mercados de Etiopía

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