Dejando atrás Ujjain nos enfilamos en dirección al norte, hasta entrar en el estado de Rajastán y alcanzar una de sus ciudades más mágicas y románticas, Udaipur. Por suerte para este largo trayecto teníamos billetes de tren, en un vagón con literas y aire acondicionado… todo un lujo al que llegamos deseosos de disfrutar, especialmente Pau, al que los trenes le siguen flipando.
Tras un sueño reparador, llegamos a Udaipur de madrugada y bajo una lluvia torrencial que nos obligó a quedarnos a resguardo en la estación hasta que amainara un poco la tormenta … en Udaipur comenzaba una parte nueva del viaje, auspiciada y organizada por la compañía india que represento en España. Esto significa que a partir de aquí, y por los siguientes veinte días, tendremos reservada la estancia en buenos hoteles, la mayoría palacetes reconvertidos en hoteles patrimoniales, y un coche con conductor a nuestra disposición. Una manera diametralmente opuesta a la que estábamos llevando, pero la que se agradece sobre todo en esta parte del viaje por la región de Rajastán donde el calor del verano puede ser especialmente abrasador
Lo que hace especialmente hermosa a Udaipur es su entorno natural, rodeada de montañas cubiertas de verdor, y sus lagos salpicados de islas que albergan sendos palacios, y sobre cuyas riberas existen ghats y el famoso Palacio Real de la Ciudad, el más grande de Rajastán. Es como un gran decorado cinematográfico, en el que todo parece estar colocado perfectamente en su lugar; altas colinas que depositan sus aguas sobre dos embalses y palacios barrocos súper recargados…
Aunque la ciudad siempre ha sido una parada popular para los mochileros de largo aliento que ya visitaban India en los años 70, la ciudad saltó a la fama mundial gracias a su aparición en Octopussy, la película de James Bond, en la que muchas de sus escenas se grabaron aquí. Célebres son las escenas filmadas en su palacio construido en una de las islas del lago Pichola, donde obviamente seduce a la guapa de turno, y también la escena de la persecución en rickshaw por las estrechas callejuelas de su casco antiguo. De hecho, a pesar de que han pasado muchos años desde su estreno, muchos restaurantes orientados a los mochileros de hoy siguen ofreciendo el pase de la película a la hora de la cena.
Hace quince años, Mónica y yo ya estuvimos en Udaipur unos días durante nuestro viaje de luna de miel, así que nuestra visita también tenía un deje de nostalgia y a la vez de felicidad al poder volver a disfrutarla en compañía de Pau. Así que durante los dos días que estuvimos en Udaipur aprovechamos de callejear lo que nos dieron las piernas, y los que nos dejó la lluvia que nos acompañó a diario.
Por supuesto que la visita obligatoria en Udaipur es al Palacio de la Ciudad, un increíble edificio de mármol y granito que más bien parece una fortaleza por sus tremendas dimensiones; 250 de largo por 30 metros de altura. Este palacio ha sido la residencia de los Maharajás de Udaipur desde el año 1559, cuando el Maharajá Udai Singh fundó la ciudad, y lo sigue siendo hasta el día de hoy pues el actual monarca sigue viviendo aquí un par de meses al año (el resto del año se los pasa en Londres y Bombay).
Los detalles de todo lo que hay para ver en el palacio es muy aburrido de contar, pero a modo de resumen podría decir que se trata de un edificio que se distribuye en espiral alrededor de una colina central… un laberinto de vestíbulos, salones, escaleras, jardines, patios, y miradores…un despliegue inusual de ostentación y del exquisito arte de la India. Una verdadera maravilla que sin embargo ha perdido parte de su brillo debido a su excesiva comercialización (te cobran por todo!), y una falta de mantención adecuada (hay que reconocer que mantener un edificio como éste, con sus cientos de habitaciones y espacios, debe costar una fortuna inasumible hoy en día).
Sin embargo, a pesar de lo suntuoso, grande y famoso que resulta el Palacio Real, y muchos otros edificios históricos que alberga la ciudad, muchos reconvertidos en hoteles de lujo, al final lo que más entretenido nos mantuvo y más nos hizo disfrutar fueron los paseos por las callejuelas de su casco antiguo, donde se puede sentir el verdadero palpitar de la ciudad y su gente. Ahí es donde dejas de convertirte en un objetivo de los vendedores de souvenires y comisionistas de hoteles, restaurantes y tiendas de artesanía, y pasas a ser un simple visitante al que la gente se esmera por conocer y complacer. Una experiencia que no nos cansamos de vivir siempre que podemos.
En uno de estos paseos acabamos entrando al principal templo hinduista de Udaipur, el Jagdish Mandir, el cual alberga una figura de Vishnu encarnado en una de sus numerosos avatares. Tuvimos la enorme fortuna (casualidad?) de coincidir con un día especial de celebraciones, justo en el momento culmine del “puja”. Sin saber bien que pasaba, entramos al interior del templo, rebosante hasta la bandera de peregrinos. Dentro, una banda animaba la celebración con una música religiosa muy festiva que incluso animaba a los más entusiastas a bailar sin disimulo. El torrente de energía, devoción y felicidad de los fieles era tan potente que resultaba imposible no contagiarse del entusiasmo y amor que emanaba el lugar.
El objetivo de todo el mundo era tener una visión cercana de la imagen sagrada, pero era tanta la gente y sus ansias de entrar que quedamos atrapados justo frente al altar … y allí nos vimos obligados a quedarnos por más de media hora. Eso sí, al vernos en esta situación, algunas almas caritativas nos hicieron espacio e invitaron a sentarnos junto a la banda. Así fue como terminamos siendo los invitados de honor de la celebración y centro de todas las miradas.
Finalmente, ante una inesperada avalancha de nuevos peregrinos que seguían llegando, decidimos salir porque el hacinamiento comenzó a agobiar a Pau… pobre, a lo que tiene que adaptarse por seguir a sus papás locos…… aunque las fotografías están prohibidas, si pudimos grabar varios audios y robar alguna imagen (con el permiso de la gente). Cada vez que volvemos a escuchar la música de ese día en el templo nos volvemos a contagiar de la emoción vivida esa tarde. Ésta fue, al menos para Mónica y para mi, la experiencia más bonita y entrañable de nuestro paso por Udaipur… si le preguntáis a Pau, probablemente él no opine lo mismo!
Callejeando fue como también dimos con una tienda donde ofrecían masajes ayurvédicos… aunque no estaba planeado, terminamos dándonos un masaje de pies y cabeza que nos sentó de maravilla, y nos dejó como nuevos para seguir explorando.
Así de entretenidos se nos pasaron los días y finalmente llegó el día de la partida… de la mano de nuestro conductor Jagjit comenzábamos una nueva parte de viaje, en la que nos esperaban muchos de los lugares más pintorescos, algunos desconocidos, por la principesca y desértica región de Rajastán…
Abrazos de la mahajaraní Mónica, y los maharajás Pau y Michel.
Yo creo que a pesar del cansancio Pau agradezca muuuchooo viajar con vosotros ….es aprender a viajar «al enterior» de un pueblo dentro de un pais, ¡un regalo prezioso!
Yo no terminare’ nunca de agradecer a tu gana de compartir… lo que vas contando y mostrando gracias a las fotos es muy bonito…
A seguir patiperreando👍😘
Linda Serena,
nos encanta que nos sigas con tantas ganas y te emociones con las historias que contamos. Todos vamos atesorando los recuerdos y las experiencias vividas, y aunque en ocasiones India pone a prueba la paciencia, esperamos que todas estas vivencias tan potentes se queden en el corazón de Pau y le hagan una mejor persona en el futuro.
Besitos desde el Rajastán
Feliz cumpleaños….a seguir asi’ lleno de entusiasmo👍
Muchas gracias Sere!
Ayer ha sido un día muy especial, que acabo con una gran sorpresa en forma de invitación a cenar por parte del dueño del hotel, con torta de cumpleaños y mucha cerveza (demasiada!) Así que imposible pedir más!
Besos voladores
Que lindos lugares y entretenidas historias! Muchas gracias a los viajeros por compartir y feliz cumple al maharajá Michel!!! Que sean muchos kilómetros más!!
Gracias Coni,
lo cierto es que todo el día me trataron como a un Maharajá, y acabamos con una mini fiesta organizada por el dueño del hotel; torta y cerveza incluida!
Un regalo (otro más) de la vida 🙂
Besitos,
Michel