Tal como comentaba Mónica en la entrada anterior, tras la visita a los Mursi nos invadió una sensación agridulce, de saber que a partir de ahora comenzábamos a vivir los descuentos del viaje, y sentir que ya no tendríamos ocasión de vivir experiencias tan fuertes. Por otra parte, esto también nos relajó un poco. No es que estuviéramos tensos o estresados, pero de alguna manera sabíamos que el viaje por el sur, y especialmente las visitas a las tribus del Omo, sería una experiencia fuerte, en lo emocional y en lo físico, y ahora que nos habíamos acabado el “plato fuerte” junto a los Mursi, bajó un poco la tensión y nos relajamos.
Por suerte, la ciudad de Jinka, el lugar que teníamos como base para visitar a los Mursi, resultó ser de lo más entretenida, por lo que esa misma tarde ya estábamos disfrutando de sus encantos, especialmente de la hospitalidad de los Ari, la tribu predominante en esta zona. Los Ari (también escrito como «Aari») es el grupo étnico más grande de todo el valle del Omo, con más de 300.000 personas, y son principalmente campesinos dedicados a cuidar de su ganado, de sus cultivos (sorgo y café) y, como novedad, son reconocidos alfareros y grandes recolectores de miel, para lo que utilizan colmenas fabricadas de cortezas y estiércol.
A los Aari se les atribuyen muchas cualidades artísticas, ya que aparte de la cerámica que producen, son famosas las pinturas con las que decoran las paredes de sus chozas de adobe, una tarea principalmente femenina. Además de dibujar distintos motivos, también varían las pinturas utilizadas, fabricadas con materiales tan diversos como carbón molido, ácido de batería, tierra mezclada con cenizas, greda roja, estiércol de vaca y agua. Es tal el esmero de los Aari por decorar sus casas que la palabra para describir “pinturas murales” en Ari es “bartsi”, que significa «dar belleza».
En Jinka, una ciudad bastante grande por ser capital de provincia, esto no se ve hoy en día. Sin embargo, si es posible disfrutar y empaparse del buen rollo en que parecen convivir los Aari, y que lugar mejor para ello que su vívido mercado, donde la gente está relajada, entre amigos, pasando un buen rato. Poco importa que sus mujeres hayan dejado de usar sus faldas tradicionales, fabricadas con hojas de “enset” (el falso plátano), y la hayan reemplazado por ropa sintética “made in China”, o que los hombres vayan con jeans y camisetas, el ambiente del mercado y calles cercanas fue de los más festivo que experimentamos en el sur de Etiopía.
Tanto así, que Mónica y yo nos animamos a alquilar unas motos, con conductor eso sí, para darnos un paseo por los alrededores de la ciudad. Esa primera tarde Pau no estaba con nosotros, pues había preferido quedarse descansando en el lodge (por cierto, uno de los más acogedores de todo el viaje), pero al enterarse de nuestro paseo quiso que lo repitiéramos con él la mañana siguiente.
Así que montados detrás de las “Boxer”, nombre del modelo de moto que triunfa en Etiopía, nos pudimos adentrar por las calles y aldeas de los Aari. Calles siempre muy sombrías, gracias a la exuberancia de la naturaleza y la gran presencia de árboles, en las que todo el mundo, especialmente los niños, se partían la caja con la visión de ver a tres farinjis dando un paseo en moto por sus barrios. Puede que sea una tontería, pero a nosotros nos hizo mucha ilusión el poder vivir un rato tan distendido después de varios días bajo un sol implacable y muchas horas de carretera.
Aquí hay algunos vídeos que son testimonio del buen rato que pasamos yendo en moto:
Mónica y yo en moto por Jinka: https://youtu.be/1cLa2g4gkno
Con Mónica por Jinka en moto: https://youtu.be/uj0sKbDy1k0
Los tres en moto por las afueras de Jinka: https://youtu.be/ixvbFpcw74w
Por los alrededores de Jinka en moto: https://youtu.be/WOZJt5SxQeI
En el mercado de Jinka: https://youtu.be/29ym8kEDzig
Al día siguiente, de camino a nuestro siguiente destino, tuvimos ocasión de ver y contactar con otro grupo étnico muy distintivo, los Bana. Al pueblo Bana (Banna o Bena), en ocasiones se le conoce como Hamer-Bana, pues estudios lingüísticos y culturales han demostrado que, en el pasado, los Bana fueron parte central del grupo Hamer, y que se habrían separado de estos tras algún tipo de conflicto o por una migración en busca de mejores pastos para su ganado. Al igual que sus primos hermanos, y prácticamente todas las tribus del valle del Omo, los Bana son pastores semi-nómadas, y prácticamente toda su cultura gira en torno al cuidado del ganado en el medio ambiente hostil en que viven. ¡Hay al menos 27 palabras para las sutiles variaciones de colores y texturas de una vaca! Y cada hombre tiene tres nombres: un nombre de humano, de cabra y de vaca.
A los Bana los encontramos en el mercado de Key Afer, donde asisten masivamente cada día martes para comprar aquello que necesitan, y también para encontrarse con amigos y familiares a quienes no ven frecuentemente. A priori, no es fácil distinguir a un hombre o mujer Bana de un Hamer, y creo que al final de nuestra visita al mercado aún no lo logramos hacer con éxito…. ellas suelen llevar collares, pulseras y cintillos de cuentas de colores, igual que las mujeres Hamer, e incluso faldas de cuero adornadas de conchas marinas muy similares. Según nos explicaron, la forma de distinguirlas es fijándose con atención en el color de las cuentas; si incluyen el azul, entonces la que lo lleva es Bana y si no, es Hamer!
Con los hombres ocurre otro tanto. De físico son similares; altos, fuertes y fibrosos, con su infaltable “korkoto” (almohada portátil) en la mano. Sin embargo, al parecer los hombres Bana han introducido un elemento para adornar sus peinados, y ropas en general, que los Hamer aún no han descubierto; los pinches de colores… algunos llegan a llevar verdaderos “arreglos” de pinches de lo más colorido. Lo que sería motivo de burla en nuestra sociedad, para ellos resulta completamente natural, al punto que claramente les gusta pavonearse llevándolos con orgullo.
Buscando un poco de respiro del sol de justicia que nos caía encima, tras darnos varias vueltas por el mercado acabamos entrando a un bar local, donde nos encontramos a un carismático hombre y un grupo de mujeres quitándose la sed a base de cerveza local. Nosotros, optamos por el café que, en lugar de prepararlo usando el grano del fruto, lo preparan hirviendo la corteza del grano resultando en una especie de té fuerte. A resguardo del sol, además de tomar unas inolvidables fotos, pudimos aprender un poco más de los Bana.
Como, por ejemplo, que al igual que los Hamer, para poder casarse, poseer ganado propio y tener hijos, los jóvenes Bana deben enfrentarse superar con éxito el ritual del salto del toro, el cual marca la mayoría de edad de los chicos Bana. Los hombres Bana pueden casarse con tantas mujeres como quieran, pero solo dentro de su propia tribu, y siempre existe la obligación de pagar un precio por la novia en forma de ganado. Un hogar típico consiste en una mujer, sus hijos y un protector masculino. Un hombre puede ser el protector de más de un hogar, dependiendo de la cantidad de esposas que tenga. Además, en ocasiones a los hombres se les asigna la responsabilidad de proteger a una mujer divorciada, a una viuda o a la esposa de un esposo ausente (generalmente su hermano). Lamentablemente, los Bana siguen practicando la ablación genital a las chicas.
También aprendimos que, además del cuidado de los animales, la mayoría de los Bana plantan campos de sorgo al comienzo de la estación lluviosa, antes de partir en su viaje anual nómada. Algunas familias también siembran ajonjolí y judías, pero como los cultivos generalmente no se atienden durante meses, los rendimientos son bajos. Durante la estación seca, los hombres deben caminar largas distancias con sus rebaños en busca de agua y pasto, y también para cosechar miel silvestre, una actividad que hoy en día es una de sus principales fuentes de ingresos pues esta miel es muy apetecible.
Aquí os dejamos un par de vídeos del mercado de Key Afer:
En el mercado de animales de Key Afer: https://youtu.be/56CIeCwCJrI
Mercado de alimentos de Key Afer: https://youtu.be/0Zzwa1WFnyA
Entre Aari y los Bana, sin darnos cuenta, terminamos por olvidamos de nuestra añoranza por haber dejado atrás a los Hamer, Dassanech, Karo y Mursi, y el ánimo volvió a estar en lo más alto… como si pudiéramos adivinar que algo grande estaba por ocurrirnos durante los pocos días que nos restaban para emprender el regreso a Barcelona.
Un abrazo a todo@s!
Michel
Michel, nos dejas en ascuas…
Que ganas de seguir leyendo….!
Abrazo grande!
Gracias Pilarín, eres una fiel patiperra!
A ver si lo conseguimos y acabamos las historias pendientes…
Otro abrazo familia!
Muy entretenido!
llevo como dos horas o más leyendo las aventuras y viendo los videos. Que divertido ver a Monín como la primera dama saludando a toda la gente 🙂 🙂 🙂
Muchas gracias Michel!!
Eso de la primera dama no le gustará a tu amiga…
Ha sido hermoso todo lo compartido con la gente y con los niñ@s además de entrañable es divertido.
Besos.