Chittorgargh, Deogargh y Jodhpur

Perdonar el atraso con las entradas, pero llevamos dos semanas sin parar, y con problemas para encontrar una buena conexión. Además, los días aquí son muy largos, y acabamos tarde y rendidos de cansancio. En India, a diferencia de Etiopía, cuando se hace de noche las ciudades renacen y la gente se echa a la calle para hacer sus compras, para ir al templo y para hacer vida social. Y, como eso es lo que más nos gusta hacer, se nos hace tarde y acabamos regresando al hotel hechos polvo.

Retomando el viaje…. tras los días que pasamos en Udaipur, comenzó nuestro periplo por Rajastán. Como os había contado, por las siguientes tres semanas tendríamos la suerte de contar con un coche a nuestra disposición, y dormir en buenos hoteles seleccionados por mi cliente. Al mando del coche está Jagjit, nuestro conductor de origen Sij que, sin embargo, hace unos años decidió cortarse el pelo y dejar de llevar el turbante que caracteriza a quienes profesan esta religión. En el futuro prometemos hacer una entrada sobre los Sij, cuando visitemos su centro de peregrinación más importante de India, para que así sepáis de qué se trata…

Nuestra primera parada fue Chittorgarh, a unos 110 kilómetros al este de Udaipur. Por supuesto, al salir a la “carretera” nos encontramos con todo un mundo de situaciones, paisajes y gente que nos mantiene siempre alertas y muy entretenidos mirando por la ventana. Como podéis imaginar, el estado de las carreteras es, en ocasiones, lamentable, pero sin embargo, en ocasiones hay tramos mejores en los que de todas formas hay que ir atento porque las vacas, búfalos de agua, cabras, camellos y, gente en general, no paran de cruzarse constantemente. Es decir, la versión 2.0 del mismo videojuego que experimentamos el año pasado en Etiopía.

Chittorgargh es una ciudad poco atractiva, caótica y polvorienta, pero se trata de la antigua capital del reino de Mewar, un pequeño reino “rajputa” que simboliza la resistencia legendaria de esta estirpe de fieros soldados originarios del Rajastán contra todos los invasores que les asediaron. Y de esa época, siglos XII al XVI, perdura su gran fortaleza, que aparece como suspendida sobre un acantilado, dominando todo el horizonte. Se trata de la fortaleza más grande e impresionante del Rajastán, ni más ni menos.

A pesar de su tamaño y todo tipo de triquiñuelas pensadas para no ser tomada, la fortaleza fue derrotada hasta en tres ocasiones por el ejército Mogol (musulmanes que invadieron el norte de India en el siglo XI). De estas, la primera vez fue especialmente sangrienta y su historia merece ser contada. 

Resulta que, en el año 1303, el sultán de Delhi escuchó sobre la belleza de Padmini, la reina rajputa, y pidió poder contemplarla. Ella aceptó, para evitar hacerle un desaire, pero solo a través de un juego de espejos. Esto enfadó mucho al sultán, quien mandó a encarcelar a su marido, el rey Ratan Singh como represalia. Luego llamó a Padmini a su campamento para obligarla a complacer su deseo de conocerla, cosa que ella aceptó, pero con la condición de acudir acompañada de un séquito de 700 palanquines que llevarían a sus sirvientas… sin embargo, los palanquines eran conducidos por soldados disfrazados, que lograron rescatar a su rey. 

Declarada la guerra por esta grave ofensa, el sultán atacó el fuerte con un gran ejército. A punto de ser vencidos, los rajputas se vistieron con la túnica azafrán del sacrificio supremo, y resistieron hasta el final. La reina Padmini instauró entonces, para ella y sus sirvientas, el “johar” (el suicidio por el fuego). Miles de mujeres se vistieron de nuevo de jóvenes recién casadas, con sus mejores galas, y se lanzaron a una inmensa hoguera…. un sacrificio que en la historia de Chittorgarh y el Rajastán se ha repetido en varias ocasiones.

La fortaleza es enorme, con unos 5 kilómetros de largo y unos 600 metros de ancho, y básicamente ocupa toda la superficie de la cima del acantilado. En su interior aún se pueden visitar el palacio de la reina Padmini, además de templos y tanques, la mayoría de los cuales datan de antes del siglo XV. Impresiona especialmente la dimensión desmesurada de sus murallas, y de las puertas (son 7 en total) por las que se accede a su interior. Lo que más nos gustó visitar fue la Torre de la Victoria, de 38 metros, siete pisos y 157 escalones ordenados en una escalera de caracol muy estrecha. Todo su exterior e interior está esculpido detalladamente con motivos religiosos, flores y figuras geométricas. Una pasada!

La siguiente parada fue otra ciudad fortaleza, Deogargh (la palabra Gargh significa fortaleza). Esta vez, mucho más pequeña y modesta, pero con la particularidad de que el palacio del antiguo rey local está reconvertido hoy en día en un hotel de lujo, donde justamente nos alojamos. 

Tal como nos ocurrió en Chittorgargh, en Deogargh éramos los únicos visitantes extranjeros en el hotel, y en el pueblo también, así que toda la atención de los trabajadores del hotel y de la gente del pueblo estuvo sobre nosotros… aquí si nos sentimos como unos afortunados maharajás; bañándonos en la piscina del hotel, toda para nosotros, cenando y desayunando en un gran y elegante salón convertido en restaurante, siempre atendidos como si fuésemos unos clientes muy importantes. Gente encantadora realmente, que se esmeraron en hacernos sentir bien y en darnos a conocer su cultura, especialmente la cultura gastronómica!

Deogargh, con su palacio en la parte alta de una pequeña colina que domina el pueblo, su pequeño y ordenado bazar de estrechas calles, nos dio la impresión de ser el decorado de una película salido de la imaginación de un director de cine. A pesar del caos inherente que siempre predomina en las calles y mercados de cualquier pueblo o ciudad de India, en Deogragh se respira una paz (y un silencio)  que no son fáciles de encontrar en otros sitios… así que el día que pasamos en este lugar nos sentó como un descanso en un oasis de tranquilidad.

Al día siguiente salimos hacia Jodhpur, una ciudad grande e importante de Rajastán pero, de camino, aprovechamos de visitar otra gran fortaleza de la región; Kumbhalgargh. Se trata de la segunda fortaleza más grande del Rajastán, fundada por el maharajá rajputa Khumba, en el año 1548, cuando este salió con vida del último asedio de Chittorgargh por parte del emperador mogol Akbar… a diferencia de Chittorgargh, Kumbhalgargh está situado en una zona montañosa que permanece muy salvaje, en medio de un paraje natural impresionante. 

Aquel día nos llovió mucho, pero al menos la lluvia nos dio un respiro y nos regaló el tiempo justo parra visitar la imponente fortaleza… además era un día festivo en la zona, así que la fortaleza y el camino de acceso estaban colapsados de visitantes locales a quienes no les parecía importar muchos las trombas de agua que caían ese mediodía. Al igual que en Chittorgargh, en el interior de Kumbhalgargh no existe ningún pueblo, por lo que la naturaleza ha recuperado sus derechos y ha cubierto gran parte de su extensión con una vegetación exuberante. Solo ha permanecido un pequeño pueblo de agricultores que tienen el privilegio de vivir entre antiguos templos y palacios reales.  

Jodhpur es una ciudad de casi dos millones de habitantes, que en general no resulta especialmente atractiva. Pero resulta que alberga una de las fortalezas más bellas e impresionantes de la India, bajo la cual se apiñan las estrechas y animadas calles de su casco antiguo, cuyas casas pintadas de color azul dan una frescura especial y única a este rincón de la ciudad. En un comienzo, las casas eran azules porque aquí vivían familias Brahmanes, miembros de la casta más alta en India, que son principalmente seguidores de Krishna, una de las reencarnaciones del dios Vishnu, que se suele representar con la piel pintada de azul. 

A modo de cinturón, alrededor del casco antiguo se encuentra una de las zonas de mercado más caótica y a la vez fascinante de India. Aquí estuvimos con Mónica hace quince años, a los pies de la fortaleza, en medio del jaleo. Aunque esta vez quisimos volver para mostrarle la ciudad a Pau, esta vez nos alojamos en un hotel muy bonito en la parte moderna de la ciudad, donde pudimos refrescarnos en su piscina cada mediodía, cuando resulta imposible pasear por la ciudad, y por la noche, de regreso, cuando solo las estrellas nos iluminaban.

La fortaleza de Mehrangargh data del siglo XV, y fue concebida como un verdadero nido de águilas, a unos 150 metros por encima de la ciudad. En su interior vivieron los Maharajás de Jodhpur hasta entrado el siglo XX, cada uno de los cuales fue agregando su propio palacio, con habitaciones para él y sus mujeres. Esta costumbre, de que cada nuevo rey agregue su propio palacio al palacio de sus predecesores, es algo común a todas las fortalezas del Rajastán, lo que hace que las visitas a los palacios resulten interminables y absolutamente confusas, entre otras cosas porque los maharajás tenían la costumbre de tener varias mujeres, por lo que la cantidad de habitaciones es descomunal!

Además de las habitaciones, los palacios tienen salas de audiencias, salas de concierto,  salas de baile, patios para las celebraciones populares, templos privados para los reyes y sus familias, y un montón de otras cosas. Además, en la explanada de las fortalezas siempre hay salones donde se guardaban las armas y templos de todas las religiones que convivían en la sociedad de esos tiempos, pues lo reyes de Rajastán, que eran hindúes, eran tolerantes con las demás religiones. 

Por la tarde, al caer el sol, el mejor lugar para estar era el bazar, el cual bulle de actividad cuando las familias se echan a la calle para hacer sus compras y tomar un poco el fresco. Aunque a priori pueda parecer extenuante y hasta estresante, es de las cosas que más disfrutamos Mónica y yo. A pesar de las motos, bocinazos, móviles y todo lo que nos trae al siglo XXI, en esta actividad incesante, en el regateo, en las conversaciones de vecinos, en el trabajo de los artesanos y oficios ya desaparecidos en el mundo occidental, nos parece reconocer en todo su esplendor la esencia del ser humano. 

Así fue como encontramos a una familia encantadora reunida en la penumbra de su humilde tienda de ropa diseñada para los turistas, utilizando telas originales de las mujeres del desierto de Rajastán. El padre de familia nos contó que eran originarios de una aldea del desierto, muy cerca de la frontera con Pakistán, que hacía 8 años se habían trasladado a la ciudad para buscar mejor suerte con su idea de utilizar los vestidos tradicionales, con bordados muy elaborados, que las mujeres jóvenes están dejando de usar. Ese día no habían vendido nada, y a pesar de sus sonrisas, los ojos de los padres no podían ocultar las ansias de que les comprásemos algo. Así que, aquí hicimos las primeras compras del viaje, un bolso precioso para Mónica. 

Y, para celebrar los lindos días en Jodhur, escogimos una linda terraza con vistas al fuerte para cenar, con el ruido de las calles del casco antiguo como telón de fondo.

Más historias en nuestra próxima entrega!

Abrazos del maharajá Michel

4 comentarios sobre “Chittorgargh, Deogargh y Jodhpur

  1. Muy interesante entrada Michel. No me deja de sorprender los lugares remotos por donde andan, alejados de todo tipo de turismo clásico pero conectados a la gente y su cultura. Lo que para muchos de nosotros podría resultar un destino salvaje e incomodo, para uds es una oportunidad de conocer la ‘India profunda’ y una oportunidad para empaparse de los olores, sabores y conectarse con la gente, que al final del dia es lo que mas disfrutan. Me gusto mucho leer resumen. Abrazos

    • Gracias Eugenio.
      Conectar con la gente al final es lo que cuenta al viajar, es donde se guarda el tesoro! y parece que lo andamos buscando!
      Un abrazo de los patiperros.

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