Continuando nuestro viaje llegamos hasta el pueblo de Turmi. Desde aquí, y durante dos días, hicimos las incursiones a algunas de las tribus del valle bajo del Omo, nombre con el que es conocida esta región. Esta reducida área del sur del país, cuenta con 16 grupos étnicos, los cuales, a pesar de su proximidad, conservan costumbres radicalmente distintas unas de otras. Gracias a esta característica, y al hecho de que los historiadores creen que esta región ha actuado como zona de intercambio cultural durante milenios, pudimos vivenciar las más fascinantes e increíbles experiencias, nunca antes ni siquiera soñadas por mí.
Debo decir, que desde que salimos de Addis Abeba en esta segunda parte del viaje, la sensación es de estar haciendo otro viaje, radicalmente diferente, es brutal. Es una sensación corporal alimentada por los paisajes (tierras secas, como los paisajes de África de las revistas), los olores (ya no huele a humo ni olemos a él), las gentes (difieren completamente de los etíopes del norte, tanto en rasgos como en color de piel, es una diferencia muy evidente), los idiomas (aquí ya la necesidad de un guía para cada tribu es fundamental, el amárico ya no es “la lengua oficial” en estos territorios), la temperatura (aquí ya se siente el calor africano de las películas), lo remoto del lugar (sientes que estás en medio de algo muy diferente de todo, aquí sí que no hay ni medio referente posible, al menos para mí! ), y por supuesto, por la presencia del POLVO! En mi vida había estado así de “tiesa” de tierra, tanto la ropa como mi pelo, es divertido cuando ya no te resistes a ello, tenemos nuestra tenida de combate que ni siquiera nos cambiamos, ¿para qué?. La mezcla de sudor y polvo es interesante, efecto de polvos de talco, por lo que vamos como unos ¡sonrientes empolvados!
Esta tierra no está congelada en el tiempo, es verdad que las antiguas tradiciones de cada pueblo se mantienen como eje vertebrador de la vida diaria, pero ya se siente el tufillo de cambios de la modernidad: grandes plantaciones de caña de azúcar y de palma, gigantescas presas hidroeléctricas, proyectos de carreteras de muy baja calidad a manos de empresas chinas, prospecciones petroleras que alteran mucho el paisaje y la vida local, y algunas leyes que pretenden “civilizar” a los pueblos. Y como no, el turismo, que hace que la cultura tribal muchas veces acabe siendo un exótico espectáculo. Todo y así, ya sentimos que será una visita que no olvidaremos en la vida, aquí viven muchos de los grupos étnicos más fascinantes de toda África y visitarlos supone una oportunidad única para conocer culturas radicalmente diferentes.
Comenzamos nuestro día muy pronto por la mañana para hacer los 72 kms que nos llevarían hasta Omorate, la ciudad más calurosa y polvorienta de la región, y que abraza la orilla oriental del río Omo. Este río viene serpenteando durante casi 800 kms desde Addis Abeba hasta el lago Turkana en la frontera con Kenia. La visita a Omorate es obligada ya que debes pasar por policía local para que registren tus pasaportes, estamos a 32 kms de la frontera con Kenia y a algo más de 100 kms de la frontera con Sudán del Sur.
El pueblo que visitaríamos es el Dassanech, para ello, debemos cruzar el río Omo. En cuanto ves el ancho río y su color marrón, y las canoas en las cuales cruzaríamos, te viene a la cabeza la imagen de ¡cocodrilos! Te dicen que no los hay, y a estas alturas confías de corazón en lo que te dicen los locales y ¡te entregas a la aventura! Las canoas o piraguas están hechas con el tronco ahuecado de un árbol, son muy estrechas, entras casi a presión…bueno, aquí queda demostrado también que ellos son un pueblo muy esbelto! Y que nosotros nos hemos cebado comiendo “injeras”!!!
Y la verdad es que esta visita la guardaremos con especial cariño, ya que resultó ser un poblado encantador, con gente muy amigable, lo que ayudó a soportar el calor abrasador de esa mañana. El guía que nos acompañó, Steven, en gran parte contribuyó a esta experiencia. En el sur, la fiebre por los “faranjis” es sin duda mucho más fuerte que en el norte, la presión para que les hagas fotografías puede llegar a ser agobiante, posar para los turistas es la mejor y a veces la única fuente de liquidez de los aldeanos, y lo pueden exigir con tono agresivo. Esto ya es sabido, por lo que lo mejor es llegar a un acuerdo antes con el guía local y ya fijar un precio. Aquí, lo tienen muy bien montado, te lo explican y lo acordado se cumple, lo que en sí ya es un regalo! Debimos pagar un monto por la canoa, por entrar al pueblo, por hacer fotos al pueblo y a nuestro guía; es la forma como esta comunidad se ha organizado y la verdad es que nos parece que está bien…así puedes relajarte y compartir con ellos ya que no está la presión del dinero…depende de ti exclusivamente lo que quieras compartir, porque ellos son un pueblo muy abierto a mostrarse y a reír contigo.
Y siguiendo con una simple costumbre que adquirimos durante este viaje, preguntamos las palabras de rigor al guía en la lengua local para así facilitar la interacción, y romper el “hielo” (nunca peor dicho), y se rieran de los “faranjis” con su peculiar pronunciación:
KOMIZAP: Hola
YAMIZAP: Estoy bien
WAAGKONYUODO: Gracias!
Por lo general, yo lo anotaba en una libreta y luego en mi mano… así el torpedo, “la chuleta”, te ayudaba…pero por el sudor se me borraba de la palma y acabábamos diciendo quién sabe qué barbaridad y era una buena razón para reír con ganas! Tenemos unos recuerdos de Michel muy divertidos: él se mueve con muchísima facilidad entre la gente, justo antes de iniciar el encuentro me preguntaba las palabras y luego decía cualquier disparate, pero con una seguridad, que la gente lo miraba con cara de póker!!! Yeshiwas, que pronto aprendió que Michel con las palabras se lía, atesora algunas expresiones que guardaremos por siempre!
Los Dassanech viven en el delta del río Omo, al norte del lago Turkana, muy cerca de la frontera con Kenia. Es una zona muy seca, no hay más que desierto al oeste y suroeste, con temperaturas diurnas que rondan los 45 grados. Sólo tierra seca y polvo, mucho polvo.
Se cree que llegaron hace unos 200 años desde Sudán, huyendo probablemente del hambre y de la sequía…situación no muy diferente a la que viven en la actualidad. Tienen la fama de ser la etnia más pobre del continente africano. Se cree que son unos 25.000 individuos y son principalmente nómadas. Tradicionalmente se dedicaban al pastoreo, y sigue siendo su actividad principal, pero debido a las condiciones climáticas han cambiado su ancestral forma de vida y en la actualidad cultivan maíz, sorgo y tabaco, y algunos se dedican a la pesca. También dice la literatura que cuando tienen grandes problemas con las sequías, se arriesgan haciendo caza nocturna de cocodrilos en las aguas poco profundas del delta del río.
Se dice que la tribu Dassanech no está definida por etnia alguna, sino que han absorbido gran variedad de diferentes pueblos y están divididas en 8 clanes, cada uno de los cuales se atribuye poderes especiales, los hay con un poder sobre el agua, sobre las quemaduras, mordidas de serpiente y con poderes curativos, entre otras. Y tienen fama de ser unos grandes guerreros y ser muy temidos por otras etnias…una sorpresa para nosotros ya que han sido uno de los pueblos más amables!
Sus poblados están compuestos de cabañas circulares, construidas sin división interior y con una pequeña apertura de entrada. Desde hace un tiempo, la llegada de la supuesta modernidad les ha permitido cubrirlas de planchas de zinc, lo que hace que el calor sea infernal durante el día…aquí tuvimos la primera experiencia de calor abrasador mientras compartíamos en el interior de una de ellas.
Van cubiertos de muchos collares y la particularidad es que los hacen con material de lo más extravagante…con cuentas de plástico, tapas de refrescos, cualquier material vistoso les viene bien…un buen ejemplo de reciclaje, y reutilización de material! Las mujeres aún acostumbran a llevar el torso desnudo y van descalzas. Como en la mayoría de las tribus, ellas son las que más trabajan, son la fuerza que sostiene el clan. Aquí ya empiezas a ver cabellos embetunados de una masa ocre ( mezcla de arcilla y grasa) y luego “amasado” en pequeñas trenzas, lo que les confiere una gran belleza visual; los hombres muchas veces llevan plumas o alguna decoración en sus cabezas también.
Aquí viene la parte más dura de esta tribu…aquí se mantiene viva la costumbre tanto de la circuncisión masculina como de la ablación ( extirpación del clítoris) en las mujeres. En el caso de las niñas se practica entre los 10 y 12 años y lo practica una mujer mayor del clan, es requisito imprescindible para casarse y para que la familia reciba la dote por este casamiento. Luego del corte se le da de beber a la niña lecha agria y se le pone un collar de su madre como recuerdo de ese día tan decisivo en su vida. Luego del corte se les amarran los tobillos y/o las piernas hasta que el dolor remita y la herida cicatrice…Bufff, lo escribo y me duele todo, es muy complicado escuchar la explicación de este ritual…siempre comentábamos que no nos parecía correcto, pero os lo cuento porque es así y pasa en la actualidad y no sólo en esta tribu ( y lamentablemente en otros países también).
El día de nuestra visita pudimos estar buena parte de la mañana compartiendo con ellos…tenían un pequeño mercado donde vendían dientes de cocodrilos y algunos collares, pero sin lugar a dudas lo más divertido fue jugar con los niños, juegos como repetir algunas palabras y hacer juego de manos. Una cosa que aprendí aquí es que les encanta hacerse selfies, por lo que reímos mucho haciéndonos fotos!
Sin duda, una inolvidable primera aproximación a la rudeza de la realidad por ellos vivida, y el mejor aperitivo para la experiencia que viviríamos esa tarde, y que ya os explicaremos en la siguiente entrada.
Besos abisinios “empolvados”
Mónica, la patiperra.
Que hermoso relato, Monica, y que entrañable La foto de Pau abrazando al niño. Está abrazando Africa!!!!
Mil gracias Pilarín!
ES muy lindo revivir tantos momentos que ya forman parte del recuerdo…y compartirlos con vosotros,un regalo!
Besos nuestros